Se me ha colado, con el ruido de los pájaros, la mañana en pleno insomnio.
(Ayer vi un gorrión que, como yo, no sabía despegar.
Luego vi uno muerto que nunca aprenderá a volar.
Un pájaro que muere sin volar es un humano que muere sin amar.
Quise llorar.)
Se ha colado el olor a café recién hecho.
A naranja recién exprimida.
A tostada olvidada en plena clase de portugués en el aseo.
Se ha colado el bostezo ajeno y he bostezado.
Siempre pasa.
Despertador y taquicardia.
Maldito, te haré pedazos si no te callas.
Se ha colado el olor a frío de siete de la mañana y sus colores.
Se ha colado el sonido de los primeros coches que buscan con desgana su fábrica de zapatos.
También el silencio de alguna bici.
Se me ha colado otro recuerdo funesto
y he elegido una cara para hoy que me defienda de la semana ante un vulgar espejo.
(Ayer entré en una neurona.
Estaba llena de mí porque era una neurona espejo.
Me sentí un poco Alicia.
Pero no había risa de gato.
Ni botes pidiendo "bébeme")
Esta noche, lo prometo, cierro la ventana.